lunes, 11 de junio de 2007

SONOTERAPIA

SONOTERAPIA


Los efectos fisiológicos de la sonoterapia
El arte es el instrumento más poderoso de que dispone el ser humano para profundizar, comprender y sublimizar sus emociones y sentimientos. El enorme poder terapéutico de la música reside en que ésta se expresa en un lenguaje no verbal. Así llegamos a la musicoterapia, a la cual definimos como el uso dosificado del sonido para
producir una mejoría o curación en los males psicofísicos
del ser humano, lo cual además le ayuda a la comprensión
de sí mismo y del mundo que lo rodea.
Bases y hechos de la musicoterapia
Las neuronas se comunican entre sí mediante sustancias
llamadas neurotransmisores. Los estímulos llegados del
exterior vía nuestros sentidos se transmiten por el sistema
nervioso, y la cantidad de neurotransmisores produce
una determinada conducta. Así, la acetilcolina se
asocia con el aprendizaje, la dopamina con la fantasía
(en la esquizofrenia hay exceso de este neurotransmisor),
la serotonina con el equilibrio interno y las endorfinas
con un efecto sedante, analgésico y antidepresivo. La
música hace liberar endorfinas.
La comunicación neuronal mediante los neurotransmisores
genera una corriente eléctrica, visible en el electroencefalograma.
El ritmo cerebral Beta (14 a 20 ciclos por segundo),
propio del hemisferio cerebral izquierdo, es el ritmo de la
razón y la lógica, asociado a la vigilia o atención dirigida al
exterior. El ritmo Alfa (8 a 13 ciclos por segundo) es el ritmo
de la ensoñación o atención dirigida al interior del individuo,
en estado de relajación. El ritmo Theta (5 a 7 ciclos por segundo)
está asociado al adormecimiento; es el ritmo cerebral del
chamán. El Delta es característico del sueño profundo. Los
últimos tres ritmos son del hemisferio cerebral derecho; por
lo tanto, una música relajante propicia el ritmo Alfa. La frecuencia
de la ionosfera de nuestro planeta (resonancia
Schuman) es de 7.8 ciclos por segundo. La música curativa
nos sintoniza con la frecuencia vibratoria de la Tierra.
Una música sanadora debe reunir las siguientes características:
ser monótona, continua y rica en armónicos o
sobretonos. Instrumentos indios como la tampura y el sitar,
hechos según la octava natural del cuerpo humano, resuenan
con nuestro organismo. Todos éstos ayudan a sanar al hombre
al ser inmunomoduladores. La voz humana es el mejor
instrumento que cumple esos requisitos. Los cantos de los monjes
tibetanos y los Hoomi de Mongolia, ricos en sobretonos,
también inducen la respuesta de quietud.
Lo que la música debe transmitir es la intención de sanar.